Dos versiones sobre Anaximandro: 1.- pensador político. Por Carlos A. Casali.
En nuestra exploración del complejo mundo de la filosofía antigua comenzamos por Anaximandro. Hay varios motivos para ello. El primero, podríamos caracterizarlo como un motivo de catalogación: “si Tales mereció el título de primer filósofo griego debido principalmente a su abandono de formulaciones míticas, Anaximandro es el primero de quien tenemos testimonios concretos de que hizo un intento comprensivo y detallado por explicar todos los aspectos del mundo de la experiencia humana” (G. S. Kirk y J. E. Raven, Los filósofos presocráticos, Madrid, Gredos, 1970, p. 146). El segundo motivo está más directamente ligado con la formación y uso de un lenguaje –y un pensamiento- que con el tiempo se nombrará a sí mismo como filosofía. Me refiero aquí puntualmente a que se le atribuye a Anaximandro, vía Teofrasto y Simplicio, haber sido el primero en emplear la palabra arkhé como término específico de lo que luego –dentro de la escuela fundada por Aristóteles y la tradición intelectual que se origina allí- llamaremos lenguaje o pensamiento metafísico o filosofía primera (sin embargo, todo esto es discutible y discutido; de hecho, Kirk y Raven sostienen que “la cuestión carece de importancia y parece que Teofrasto no atribuyó a Anaximandro un uso técnico de la palabra arkhé…”, p. 157). El tercer motivo está relacionado con el interés que Heidegger tuvo en 1946 para ocuparse del fragmento de Anaximandro en cuanto este fragmento es considerado “la sentencia más antigua del pensamiento de Occidente” (M. Heidegger, “La sentencia de Anaximandro”, en Sendas perdidas, Buenos Aires, Losada, 1979, p. 265) y a Heidegger le importa ubicar la originalidad de un pensamiento que resulta inaccesible desde los parámetros de la filosofía posterior a Sócrates. Dejando de lado el primero de estos motivos, nos dedicaremos en lo que sigue al análisis de los otros dos.
Veamos, en primer lugar, cómo se articula el pensamiento de Anaximandro en torno del arkhé. Tomaremos aquí como guía a J.-P. Vernant.
Veamos, en primer lugar, cómo se articula el pensamiento de Anaximandro en torno del arkhé. Tomaremos aquí como guía a J.-P. Vernant.
Vernant coincide con F. M. Cornford (Vernant remite al texto de Cornford From Religion to Philosophy: a study in the origins of western speculation, publicado en 1912) en que no puede afirmarse que el logos surge en Grecia a partir de una ruptura con el pensamiento mítico que le precede sino que, lo que se observa, es que “la primera filosofía se acerca más a una construcción mítica que a una teoría científica” (Jean-Pierre Vernant, Los orígenes del pensamiento griego, Buenos Aires, EUDEBA, 1979, p. 83) y difiere de Cornford en que, pese a esas analogías y similitudes entre el pensamiento mítico y el que se ordena en torno del logos no hay entre ellos una clara continuidad, puesto que “el filósofo no se contenta con repetir en términos de physis [naturaleza] lo que el teólogo había expresado en términos de potencia divina” (p. 86). Las discontinuidades que Vernant advierte entre el mito y el logos, y que están en el origen mismo de la filosofía, se refieren, básicamente, a un cambio de registro: mientras que la base del pensamiento mítico está constituida por los rituales de soberanía (“para el pensamiento mítico, la experiencia cotidiana se aclara y adquiere sentido en relación con los actos ejemplares llevados a cabo por los dioses ‘en el origen’”, p, 83), la base del pensamiento conforme al logos habrá que ubicarla en torno de la comunidad política; es decir, de la pólis. Ubicado sobre ese plano, el pensamiento queda despojado de la función ritual que tenía dentro del ámbito espiritual del mito y queda despojado también de la dimensión del misterio, “el origen y el orden del mundo adoptan la forma de un problema explícitamente planteado al que hay que dar una respuesta sin misterio, a la medida de la inteligencia humana, susceptible de ser expuesta y debatida públicamente ante la asamblea de los ciudadanos…” (p. 86).
El cambio de registro que Vernant advierte entre el mito y el logos queda referido al poder: en el mito, se trata de la palabra (mito significa “palabra”) en cuanto acompaña un ritual que afirma el poder soberano del rey; en el logos, se trata de la palabra en cuanto reúne en la diversidad de sus significados la opinión de la comunidad de los miembros de la pólis. En el mito, el poder se afirma dividiendo el orden conforme dos planos superpuestos y jerarquizados: arriba y abajo. En el logos, el poder queda ubicado en el centro de un mismo plano horizontal. De todo esto concluye Vernant que “la función del mito es la de establecer un distingo y como una distancia entre lo que es primero desde el punto de vista temporal y lo que es primero desde el punto de vista del poder” y que “el mito se constituye en esa distancia, que es el objeto mismo de su relato” (p. 91).
Desandemos ahora el camino recorrido para ubicar a Anaximandro dentro de esta historia. Decíamos más arriba que se le atribuye a Anaximandro haber sido el primero en emplear la palabra arkhé. Ahora bien, Vernant sostiene enfáticamente que “el término arkhé, que hará carrera en el pensamiento filosófico, no pertenece al vocabulario político del mito” (p. 91) y esto es así porque el uso que hará la filosofía de la palabra arkhé “suprime aquella distancia en la que se fundaba el mito” entre origen temporal del poder y poder del origen (p. 92). A partir de Anaximandro -y del uso que hará del término la filosofía- arkhé pasará a significar a la vez el comienzo de algo, su fuente, y el poder que lo gobierna; lo que se traducirá luego en latín como principio (que es a la vez primero y principal). En síntesis, “Anaximandro afirma que nada hay que sea arkhé respecto del ápeiron (pues éste ha existido siempre), sino que el ápeiron es arkhé para todo lo demás…” (p. 92). Dentro del vocabulario político del logos –ya fuera del registro mítico, entonces- el uso que hace Anaximandro de la palabra arkhé lo remite a la intersección entre el plano temporal del origen y el plano espacial del poder. El orden del mundo depende del equilibrio de los poderes y no del predomino soberano de uno de ellos: el ápeiron es arkhé según Anaximandro porque se lo plantea como “una realidad aparte, distinta de todos los elementos, que forma el origen común de todos ellos, la fuente inagotable en que todos se alimentan por igual” (p. 99). Que el orden del kósmos esté fundado en lo ápeiron como su fuente originaria y poder dominante (arkhé) significa que ese orden, múltiple y dinámico, cíclico, está basado sobre la reciprocidad de las relaciones, es decir, sobre el logos.
Para tener un cuadro general del pensamiento de Anaximandro se puede consultar:
El capítulo VIII ("La neva imagen del mundo") del libro de Vernant se puede consultar en:http://www.scribd.com/doc/19405254/Jean-Pierre-Vernant-Cap-8-de-Los-origenes-del-pensamiento-griego
1 comentario:
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