jueves, 21 de junio de 2012

Las críticas de Aristóteles a la vida en común de los guardianes


Las críticas de Aristóteles a la vida en común de los guardianes. Por Carlos A. Casali

  En el libro II de su Política, Aristóteles desarrolla una serie de cuestionamientos a la forma de vida en común que Platón había descripto en el libro V su República. El contraste presentado por Aristóteles entre ambas formas de la comunidad resulta particularmente interesante, en primer lugar, para comprender mejor qué es lo que ambos pensadores están planteando como forma adecuada de esa vida en común que llamamos vida política y, en segundo lugar, porque, a través del contraste, se hacen visibles dos posibilidades de esa vida en común, una más cerrada, que tiende a la unidad sin diferencias y otra más abierta, que tiende a una pluralidad orgánica diferenciada. Aristóteles lo plantea en términos de una disyuntiva: “o todos los ciudadanos (politas) lo tienen todo en común, o nada, o unas cosas sí y otras no” (Política, 1260 b 37-39; en lo que sigue, citamos por la edición del Centro de Estudios Constitucionales, Madrid, 1989). Descartada la posibilidad de que los miembros de la polis no tengan nada en común, puesto que la polis es una comunidad, quedan por analizar las otras dos alternativas.
  Respecto de la primera alternativa, Aristóteles trae a la discusión el argumento platónico de que “los hijos, las mujeres y las posesiones deben ser comunes” (1261 a 7-8). Ahora bien, Aristóteles le cuestiona a Platón dos cosas respecto de este argumento: la primera, es que tal comunidad de hijos y mujeres es imposible en relación con el fin que él establece para la polis y, la segunda, es que no queda claro, en su desarrollo del argumento, cómo debería entenderse esa comunidad. De ambos cuestionamientos, el decisivo es el primero. En efecto, Aristóteles sostiene que el fin (telos) de la polis, de acuerdo con el planteo platónico, es que “toda ciudad sea lo más unitaria posible”, pero, semejante unidad destruiría aquello mismo que se pretende conservar, puesto que –de acuerdo esta vez con el sentido que le da Aristóteles a la polis- “la ciudad es por naturaleza una multiplicidad (plethos), y al hacerse más una, se convertirá de ciudad en casa (oikia) y de casa en hombre (anthropos), ya que podemos decir que la casa es más unitaria que la ciudad y el individuo más que la casa”. Y completa el argumento con que la polis está constituida por “una pluralidad de hombres” y que son, además, “de distintas clases, porque de individuos semejantes no resulta una ciudad” (1261 a 12-24). Es importante reparar aquí en el significado del término plethos, del que deriva nuestro adjetivo pletórico: se trata de una cantidad numerable, es decir, de una totalidad en la que cuentan (en el doble sentido que tiene esta palabra en castellano) cada una de las partes que la integran.
  Aristóteles advierte la diferencia entre una alianza militar y una polis: “los elementos que han de constituir una ciudad tienen que diferir cualitativamente” puesto que “la igualdad en la reciprocidad (to ison to antipeponthos) es la salvaguarda (sozei) de las ciudades” y esta relación de igualdad recíproca es la que se da –de acuerdo con Aristóteles- entre “libres e iguales, porque no es posible que todos gobiernen a la vez, sino por años o siguiendo cualquier otro orden o sucesión” (1261 a 29-32). De modo que, según el argumento Aristotélico, la unidad, lejos de permitir la conservación de la polis, la destruye; porque si lo que se busca o pretende lograr es la suficiencia o autarquía, entonces, resulta que el oikos tiene más suficiencia que el hombre y la polis más que el oikos y esto resulta de cierta multiplicidad (plethous) (1261 b 13)[i].
  En República, Platón lo decía en estos términos: “¿Podemos […] citar un mal mayor para la ciudad que aquello que la desgarra y hace de ella muchas (pollas) en lugar de una sola, y un bien mayor que aquello que la liga y la hace una?” (462 a-b; en lo que sigue, citamos por la edición de la UNAM, México, 1971). Lo que mantiene a la polis ligada –continúa afirmando Platón- es “la comunidad en la alegría (hedones) y en el dolor (lypes)” y lo que la disgrega es “la individualización de estos sentimientos” y esto sucede toda vez que “los ciudadanos no pronuncian al unísono palabras como […] ‘mío’ y ‘no mío’”, de modo que, estará mejor ordenada o dispuesta la polis en donde “la mayoría (pleistoi) de los ciudadanos digan de la misma cosa y sin discordancia: ‘esto es mío’, y ‘esto no es mío’”. Una polis como esta es “la que más se parece a un solo hombre”, en el sentido en que, si una de sus partes corporales es afectada por algún daño (Platón pone el ejemplo de recibir un golpe en un dedo), es la totalidad del cuerpo la que siente dolor, en la medida en que el alma rige esas partes de modo unitario (462 b-d).
  Ahora bien, después de haber hecho aquellas objeciones respecto de una comunidad política basada sobre una unidad sin diferencias como la que parece proponer Platón, Aristóteles vuelve sobre el argumento para sostener que, aún cuando esa comunidad sin diferencias pudiese ser presentada como la mejor (ariston), “no parece ser un indicio de ello el que todos (pantes) digan a la vez ‘mío’ y ‘no mío’” porque la palabra “todos” tiene dos sentidos: por una lado, “todos” significa cada uno (en este caso, todos dirían mío de lo que es de cada uno); por otro lado, “todos” significa lo que es común de modo indiferenciado (en este caso, todos dirían mío de lo que es común a todos sin diferenciar el cada uno). Aristóteles sostiene que es el primer sentido de la palabra “todos” el que más se aproxima a lo que el enunciado platónico pretende, “pues entonces cada uno llamaría al mismo individuo su propio hijo”; pero, contradictoriamente, esto no es posible dentro de la situación que Platón propone, puesto que allí “todos” no significa el cada uno. En efecto, “el que todos digan (leguein) lo mismo está bien, pero no es posible, y, por otra parte, no conduce en absoluto a la concordia (homonoetikon)” (1261 b 16-32).  
  Podemos preguntarnos por qué Aristóteles sostiene que no es posible el que todos digan lo mismo. Tal vez, la respuesta consista en que a ese decir colectivo (el del todos) le falta le determinación más precisa del sujeto, aquella que lo diferencia como sujeto y le permite constituir una identidad diferenciada, puesto que todo decir es un decir algo (predicado) de algo (sujeto). En contraste con el modo platónico de encauzar el logos, Aristóteles parece más interesado en especificar y en singularizar el sujeto (hypoheimenon) que en generalizar o universalizar los predicados. Mientras que Platón busca en la idea qué cosa puede ser la belleza, Aristóteles se interesa por determinar de qué cosa podemos decir que es bella y de qué modo y en qué sentido. Dicho en otros términos, Aristóteles intenta determinar qué cosas (predicados, cualidades, bienes) le pertenecen a los sujetos (lógicos, ontológicos, políticos).
  En efecto, luego de haber afirmado que “el que todos digan lo mismo […] no es posible”, Aristóteles desarrollo el argumento de que “lo que es común a un número mayor de personas es objeto de menos cuidado” puesto que “todos […] piensan más que en nada en lo que les es propio (idion), y menos en lo común (koinon), o sólo en la medida en que concierne a cada uno” (1261 b 32-35). Lo que es de todos en general sin ser de nadie en particular no permite identificar a ningún sujeto. Aristóteles trae a la escena de su discusión con Platón que, en la República, se “alaba extremadamente la unidad de la ciudad” y que “esta unidad se considera generalmente obra de la amistad (philias)” (1262 b 10). Sin embargo, la condición de posibilidad de la amistad reside en la diferencia puesto que, del mismo modo que en el amor, cuando “los amantes, a causa de la vehemencia de su amor, desean unirse y convertirse ambos, de dos que eran, en uno”, lo que resulta de semejante unión sin diferencia es que será necesario que “hayan desaparecido ambos, o al menos uno” (1260 b 12-14), si es que efectivamente el amor o la amistad une. Pero, semejante unidad, al suprimir la diferencia entre los términos relacionados, suprime también el vínculo que los relaciona, sea éste el amor o la amistad. Aristóteles lo dice de este modo: “dos cosas son sobre todo las que hacen que los hombres tengan interés (kedesthai) y afección (philein): la pertenencia (agapeton) y la exclusividad (idion); y ninguna de las dos puede darse en personas sometidas a ese régimen [de propiedad común]” (1262 b 22-24).
  Luego, Aristóteles se pregunta si la propiedad o las posesiones (kteseos) y el uso de las mismas han de ser comunes en la polis, puesto que respecto de estas cosas, “la convivencia (suzen) y la comunidad son [particularmente] difíciles” (1263 a 15-16). Lo que Aristóteles propone es que “la propiedad sea privada, pero su utilización (khresei) sea común” y que sea el legislador quien resuelva de modo más específico sobre estos temas (1262 a 38-40). Dejemos de lado, entonces, estos cuestiones y observemos con mayor detalle el problema de la comunidad en cuanto forma de vida en común; es decir, la convivencia.
  Aristóteles afirma que, “desde el punto de vista del placer (hedonen) es indecible la importancia de considerar algo como propio (idion)” puesto que “no en vano cada uno tiene amor (philein) a sí mismo y ello va con la naturaleza” (1263 a 40-b 1). Sobre esto, Aristóteles advierte que lo único que pude reprocharse al egoísmo es su exceso. Aparece aquí en la escena de la controversia con Platón una clara divergencia respecto del modo en que ambos interpretan la subjetividad. En Leyes, Platón había sostenido claramente que "el mayor de todos los males está innato en las almas de la mayor parte de los hombres [...] y es esto aquello que dicen de que todo hombre es por naturaleza amigo de sí mismo (philos hauto) y que es normal que forzosamente ocurra así" (Leyes, 731 d-e)[ii]. Como podrá verse, Platón parece estar presentando una comunidad sin sujeto (es decir, sin diferencias egológicas), mientras que Aristóteles construye su comunidad a partir del sujeto en cuanto experiencia del placer privado o idiosincrático. El argumento de Aristóteles es interesante: si esa configuración de la subjetividad egoísta (dentro de ciertos límites) no existiese, la comunidad política sería imposible, porque, faltaría en ella el impulso que nos lleva hacia los demás en ese tipo de vínculo que, de manera general, podemos llamar amistad. Si no hubiese propiedad o posesión privada (kteseos idias), no podríamos poner en práctica la generosidad ni, “la continencia respecto de las mujeres (pues es una acción buena abstenerse por continencia de la mujer ajena” (1263 b 9-11). De modo inverso, Platón sostiene que la subjetividad egoísta destruye la posibilidad de una vida en común porque el impulso hacía sí mismo va en la dirección contraria del impulso que liga a los hombres en lo común.
 
  Finalmente, Aristóteles vuelve sobre el tópico de la multiplicidad o multitud como forma de la subjetividad de una comunidad política. “Es justo –afirma- no hablar sólo de los grandes males de que se librarían los hombres en un régimen comunista (koinonesantes), sino también de los bienes de que se verían privados” y redondea el argumento con una afirmación rotunda: “esa vida (bios) es […] completamente imposible (adunatos)” (1263 b 29), puesto que la unidad excesiva destruye el elemento diferencial que trae la multitud. El problema que la comunidad política tiene que resolver es el de la unidad en la multiplicidad. Siendo la polis “una multiplicidad (plethos), es menester que mediante la educación (paideian) resulte común y una” (1263 b 36-37).


[i] Sobre estos temas puede verse Ezquerra Gómez, Jesús, Pólis y Caos. El espacio de lo político, en http://revistas.um.es/respublica/article/view/72391
[ii] Sobre estos temas, véase en este blog  nuestro texto Filosofía y política en Platón.

1 comentario:

camicami dijo...

es interesante: si esa configuración de la subjetividad egoísta (dentro de ciertos límites) no existiese, la comunidad política sería imposible, porque, faltaría en ella el impulso que nos lleva hacia los demás en ese tipo de vínculo que, de manera general, podemos llamar amistad. Si no hubiese propiedad o posesión privada (kteseos idias), no podríamos poner en práctica la generosidad ni, “la continencia respecto de las mujeres (pues es una acción buena abstenerse por continencia de la mujer ajena” (1263 b 9-11). De modo inverso, Platón sostiene que la s egobex.net/22-de-julio-fallece-el-escritor-manuel-gonzales-prada/