Aristóteles: los discursos del ser. Por Carlos A. Casali
Hemos visto cómo, en Parménides, la filosofía se anuncia como un camino de o hacia la verdad del ser en su diferencia (y, también, en su posible confusión) con la no verdad de la opinión (doxa) que se extravía en la diversidad del ente; y hemos visto también cómo, en Heráclito, la filosofía se entreteje como discurso del logos que hace comunidad sobre el borde mismo de una siempre posible no comunidad (particularidad, apropiación privada del discurso ¿subjetividad?). Un poco más tarde, Platón plantea una filosofía tensionada metafísicamente entre planos bien diferenciados: entre la sombra cavernaria y la idea sólo puede haber remisión alegórica ya que el tránsito de una a otra supone una alteración radical de la mirada. La alegoría de la caverna presenta ese tránsito de forma dramática: el prisionero no quiere liberase y el liberado no quiere volver a la caverna (en una situación similar se encuentra el filósofo que Platón imagina como gobernante de la comunidad justa: no quiere gobernar la polis porque se resiste a abandonar la contemplación de las ideas). Algo del mundo presocrático se ha roto o ha cambiado definitivamente y la filosofía, que iba transitando entre los andariveles del mito y el logos va, poco a poco, separando ambos términos, alejando el logos del mito, haciendo del mito un discurso sombrío (por seguir con la alegoría platónica) y haciendo del logos el lugar de una verdad cada vez más unívoca y luminosa, de una luminosidad sin sombras. Sin embargo, la respuesta platónica no satisface a Aristóteles, que encuentra en semejante distanciamiento entre la idea y las cosas una paradójica resurrección del mito: la trascendencia de la idea respecto de las cosas. Entonces, Aristóteles busca una conexión entre ambas (la idea y las cosas, los entes) y el resultado de semejante intento constituye a partir de allí un paradigma dominante para la filosofía posterior, probablemente hasta Nietzsche por lo menos.
El libro VII de la Metafísica de Aristóteles comienza con una afirmación tan rotunda como problemática: “ente se dice [leguetai] de múltiples maneras”. La enumeración respecto de esa multiplicidad fue hecha en el capítulo 7 del libro V. Aristóteles las clasifica en dos grupos: ser por accidente, cuando, por ejemplo, se dice “el hombre es culto”; en este caso, lo que se está diciendo es que ser culto corresponde accidentalmente al hombre; que el ente (hombre, en este caso) es (no por sí mismo sino accidentalmente) en cuanto culto (de modo que aún dejando de ser culto no por ello dejaría de ser el ente hombre que es). En el otro grupo, Aristóteles reúne las formas de decir el ente por sí mismo (y no por accidente). En los escritos lógicos (Categorías, cap. IV), Aristóteles agrupa la formas múltiples de decir el ente en diez las categorías: ousía (hombre, caballo), cantidad (de tal o cual medida), cualidad (blanco, gramatical), relación (doble, mitad, más grande), lugar (en la plaza pública, en el liceo), tiempo (ayer, el año pasado), situación o posición (estar acostado, estar sentado), posesión (estar calzado, estar armado), hacer o acción (cortar, quemar), padecer o pasión (ser cortado, ser quemado). De estas diez categorías o formas de decir el ente, la primera y principal es la ousía puesto que por medio de la ousía se dice del ente lo que es (podríamos decir su esencia) y su singularidad (el esto). Por ejemplo, si decimos de un ente que es “hombre o “dios”, decimos lo que es, es decir su ousía. En cambio, las restantes categoría dicen del ente sus modos de ser, formas derivas de ser: su ser de este u otro tamaño, su ser o tener una cualidad u otra, su relación con otros entes, etc. etc.
De todo esto resulta, según Aristóteles, que “es por la ousía que cada una de las cosas mencionadas existe”; de modo que “el ente, en sentido primario y no en sentido restringido sino absoluto será la ousía” (Metafísica, 1028 a 20). Ahora bien, podemos preguntarnos qué significa ousía, puesto que con ella se dice el ente de modo absoluto. Veamos primero qué significa la palabra “ousía”.
De todo esto resulta, según Aristóteles, que “es por la ousía que cada una de las cosas mencionadas existe”; de modo que “el ente, en sentido primario y no en sentido restringido sino absoluto será la ousía” (Metafísica, 1028 a 20). Ahora bien, podemos preguntarnos qué significa ousía, puesto que con ella se dice el ente de modo absoluto. Veamos primero qué significa la palabra “ousía”.
Se trata de “una sustantivación del participio presente femenino, ousa, del verbo eimi (infinitivo, einai), es decir, ‘ser’”. En este sentido, la palabra “ousía” dice algo similar a lo que dice la palabra “ente” (sustantivación del participio presente masculino del verbo ser); sólo que, mientre el ente nombra el ser presente, la ousía nombra la cualidad misma de ese ser presente, la presencialidad (del presentar). Si el ente es lo real, la ousía es la realidad (de lo real). Todo está relacionado con los usos de un lenguaje que nombra con la palabra ousía “algo que es propiedad de una persona, […] una riqueza” (José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, Buenos Aires, Sudamericana, 1975).
Volvamos a nuestro punto de partida: “ente se dice de múltiples maneras” y en este decir (leguetai) hay un modo principal que es el de decir del ente su ousía, lo que el ente es por sí mismo, su realidad más propia o auténtica. De modo que, finalmente, la pregunta qué es el ente equivale a la pregunta qué es la ousía: “así, lo que antiguamente, ahora y siempre se busca y se cuestiona, ‘qué es ente’, equivale a ‘qué es la ousía (realidad)’ (ya que unos afirman que es ‘una’, otros ‘más que una’, y, entre éstos, algunos que su número es limitado; otros, en cambio, que es ilimitado)” (Metafísica, 1028 b 3).
Con esto estamos de alguna manera dentro del territorio delimitado por Parménides: hay un camino de la opinión (doxa) que transitan los mortales que dicen (leguein) el ente en su diversidad y hay un camino de la verdad que transita el hombre vidente y dice el ente en su ser (y no en su vana diversidad) y estamos también dentro del territorio delimitado por Heráclito, en cuanto el decir (leguein) reúne la diversidad en la unidad y dispersa la unidad en la diversidad. Pero seguimos sin entender qué significa ousía en Aristóteles. Recurramos entonces a la ayuda de Jean Brun, quien recurre a su vez al auxilio de Joseph Owens: la palabra ousía forma parte de dos palabras interesantes, parousía (que se puede traducir por presencia) y apousía (que se puede traducir por ausencia), del mismo modo que prae-sentia se traduce por presencia y ab-sentia, por ausencia, sobra la base de la palabra ente. Lo que está en juego aquí es la referencia a cierta cualidad del ente (y de la ousía) que se manifiesta en el juego de la presencia y la ausencia: “en cierto sentido, la presencia y la ausencia […] participan de la ousía” (Jean Brun, Aristóteles y el Liceo, Buenos Aires, EUDEBA, 1979, pp. 115-116).
Volvamos sobre Aristóteles: lo real (el ente) se dice de muchas maneras y hay una que es principal que es decir su realidad (ousía). Pero ¿qué es la realidad (ousía)? Semejante pregunta tiene valor sólo como pregunta y no hay respuestas que la cancelen, salvo al abandono de la pregunta misma. Pero, como pregunta, condiciona de algún modo las respuestas. Preguntar por la ousía implica orientar la búsqueda de respuesta dentro de un ámbito: el de la presencia. Si lo real (el ente) es lo presente y preguntamos por aquello que hace a lo presente (ente) estar presente, entonces nuestra búsqueda se encamina hacia el ámbito de la presencialidad (la ousía): lo que trae a la presencia a lo presente y lo mantiene allí presente, lo siempre ya presente. Ahora bien, ¿qué es la ousía entonces?
Aristóteles distingue cuatro modos de significar esta palabra: “ousía [realidad] se dice [leguetai], si no de más, principalmente de cuatro maneras. En efecto, tanto lo-que-es, como el universal y el género comúnmente se admite que son ousía [realidades] de cada cosa, y, en cuarto lugar, el sujeto [hypokeimenon]”. Ahora bien: “’sujeto’ [hypokeimenon] es aquello de lo que todo lo demás se dice, pero que él mismo jamás se dice de otra cosa. Tendremos pues, que comenzar ocupándonos de él, ya que suele considerarse que ousía es ante todo y en primer término el hypokeimenon” (Metafísica, 1028 b 33).
Llegamos aquí al final de nuestro recorrido: el ente se dice de muchas maneras pero hay una manera que dice el ente de modo principal que es aquella manera de decir del ente su ser más propio: la ousía. Por su parte, también la ousía se dice de varias maneras y, fundamentalmente de cuatro maneras, siendo la manera principal aquella en la que la ousía es puesta como sujeto. Y este poner como sujeto no es otra cosa que referir el logos a algo que subyace: el hypokeimenon, término griego equivalente al término latino subjectum. Ambos términos se suelen traducir por substancia (lo que está debajo y, por lo tanto, sostiene y fundamenta); pero, también se los puede traducir de un modo más literal, como sujeto: aquello que está allí siempre como supuesto necesario y soporte de toda presencia, lo siempre ya presente que posibilita y ordena el logos en los discursos del ser.